Gabrielle Vincent. Kalandraka, 2018
Desde el día en que Ernesto encontró a Celestina en la calle y la adoptó, allá por los años 80, se convirtieron en dos cómplices inseparables que intentan cuidarse y complacerse mutuamente. La Navidad con Ernesto y Celestina forma parte de una serie de 30 títulos que se han convertido en clásicos modernos. Todas las historias están protagonizadas por Ernesto, un oso grande y bondadoso y Celestina, una ratita caprichosa y juguetona. Si ella quiere celebrar la Navidad, él echará mano de la imaginación para encontrar una solución que la consuele, si él quier ir al parque ella le acompaña aunque esté cansada, y juntos aprenden a disfrutar de las pequeñas cosas de la vida.
Ernesto, preocupado por el frío del invierno y por la falta de dinero para gastar, ha olvidado su promesa de Celebrar la Navidad, pero Celestina, una vez superada la decepción inicial, se las arregla para convencer al bonachón de Ernesto. Juntos van al bosque a por un árbol y más tarde recorren las calles de la ciudad buscando una vajilla y telas para los disfraces. Ya sólo queda cocinar unos ricos pasteles para los invitados, dibujar tarjetas navideñas y… sorprendernos descubriendo a un pícaro Ernesto que toma la iniciativa para convertirse en el alma de la fiesta.
Igual que ocurre en Ernesto y Celestina han perdido a Simeón, reseñado en nuestro blog hace unos meses, el peso de la narración recae en las ilustraciones. Unas acuarelas espontáneas, en tono pastel, de trazos sueltos y estilo abocetado que enriquecen el texto ampliando la información. Una vez más, los silencios se escucha en las ilustraciones. El lector se ve obligado a leer los gestos para descubrir en ellos la tristeza por una decepción, la satisfacción por la promesa cumplida y la alegría de ser escuchado y atendido.
Las aventuras de estos dos personajes nos conmueven y nos reconcilian con el mundo. Leyéndolos, reflexionamos sobre el valor de la amistad y el modo de hallar la felicidad en las cosas sencillas y, mejor aún, si son compartidas. AR
A partir de 3 años.