Anthony Browne. Fondo de Cultura Económica, 2015
Hoy vamos a reseñar uno de esos libros que, según nuestro criterio, deberían formar parte de una buena biblioteca para niños y jóvenes. Un álbum ilustrado que cautiva tanto a niños como a adultos por ofrecernos varios niveles de lectura. Un libro que, aunque será interpretado de diferente manera por un niño y un adulto, en ambos suscitará reacciones y emociones cuando se decodifiquen e interpreten las imágenes.
Voces en el parque está lejos de ser un sencillo álbum ilustrado que narre un paseo por el parque. Como sugiere el título es un paseo a cuatro voces. Un paseo que se convierte en un complejo entramado, en el que cada protagonista nos ofrece su particular punto de vista del mismo acontecimiento.
La primera voz es la de la madre de Carlos. No sabemos su nombre. Tiene que salir al parque para sacar a pasear a Victoria, una perra labrador de pura raza, y a Carlos, su hijo. Imposible disfrutar del paseo: Victoria se mezcla con un perro callejero y Carlos con una niña “andrajosa”. Regresan a casa en silencio.
La del padre de Mancha será la segunda voz. Tampoco sabemos su nombre. Necesita salir a despejarse así que, junto a su hija Mancha, sacan a pasear a Albero, su perro callejero. El paseo le ha sentado realmente bien. De regreso a casa Mancha le levanta el ánimo contándole todo lo que ha hecho en el parque.
La tercera es la de Carlos. Está aburrido en casa, siempre solo. Es la hora del paseo y en el parque conoce a Mancha. Le invita a jugar y se divierte tanto que está deseando volver a verla el próximo día.
Y nos queda Mancha, la cuarta voz. Todo a su alrededor es luz y color. Es feliz y está alegre. Se divierte jugando con Carlos en el parque y siente un cosquilleo en el estómago cuando corta una flor y se la regala. Regresa a casa pensando en Carlos.
Una de las características de un buen álbum ilustrado es la doble lectura que puede hacerse interpretando las ilustraciones. En este caso juega un papel primordial el color. El predominio de los tonos grises y apagados para ambientar la preocupación y la tristeza; el rojo para simbolizar las personalidades dominantes y el amor; la luz y los diferentes tonos de verde para representar la alegría y vitalidad de Mancha. Del mismo modo, el peso de es madre dominante, lo marca la presencia de su sombrero en las farolas, los árboles y las columnas de entrada a casa, esa lujosa e impecable casa que no es otra cosa que una cárcel para Carlos.
Por otro lado, el paisaje cambia en función del estado de ánimo de los protagonistas. Así, la luz y el color que rodea la casa de Carlos y su madre en el paseo hacia el parque se transforman en gris, a la vuelta, marcado por la preocupación y la rabia de la madre ante esas “indeseables” amistades. El proceso inverso ocurre con Mancha y su padre. Salen de casa, el padre está preocupado, no tiene trabajo y el paisaje es oscuro y triste. Cuando regresan a casa, Mancha le anima contagiándole su alegría. Aparecen el color y las estrellas marcando este cambio de ánimo.
Un álbum ilustrado que interesará a niños y mayores y que debería estar presente en cualquier librería.
A partir de 7 años.