Todos somos conscientes de la importancia que tiene el comienzo de una novela para atraparnos o alejarnos de ella. Algunos comienzos son un saludo, otros una sacudida; los hay que nos dejan indiferentes y, de vez en cuando, encontramos un comienzo que es un guiño de complicidad que te involucra y te envuelve en la historia. Esto es lo que ocurre con Sylvia, la última novela de Celso Castro.
Con su estilo directo, Celso Castro, consigue que cada lector se sienta el único destinatario de esa novela. Las dosificadas apelaciones que el protagonista hace a quien le escucha, porque más que leyéndole parece que le estamos escuchando, te acercan a él, de tal forma, que sientes la necesidad de seguir escuchando esa historia que ha sido escrita sólo para ti. Si a esto unimos que en el primer capítulo, un capítulo de apenas seis páginas, el narrador nos hace algunas confidencias que nos permiten conocer aspectos importantes de su vida, la atracción hacia ese protagonista anónimo es total.
A pesar de que en esta novela afloran varios temas, sin duda el que la llena y eclipsa al resto, es el amor, un amor con mayúsculas. Es el amor incondicional que siente nuestro protagonista por Sylvia, una mujer mayor que él, bella y cautivadora, que con esa exótica mezcla de fragilidad y talento se hace atractiva incluso al lector. A medida que vamos avanzando en la lectura vamos descubriendo las debilidades y fortalezas de este amor mutuo, pero desigual, que tanto dolor está causando en una de las partes. Dolor que será mitigado con los cuidados y mimos de la madre. Porque nuestro protagonista, que apenas tiene veinte años, es una persona sensible, con carencias emocionales, en parte causadas por la ausencia del afecto paterno, que necesita la seguridad y el cobijo que le aporta ese amor, también incondicional, de su madre.
Y entre amor y desamor, vamos descubriendo reflexiones sobre el arte de escribir, sobre la poesía, la amistad y la familia. Son pequeñas perlas que salpican el texto, en algunos casos, aportando un toque de humor.
Si la forma en que Celso trata estos temas es atractiva, lo es aún más el estilo narrativo con el que nos lo cuenta. Al leer la novela nos encontramos un texto ágil y sugerente que respira y deja respirar, un texto muy trabajado marcado por un tono poético que envuelve toda la novela. Unos personajes bien construidos que no necesitan ser descritos porque se nos muestran en sus actos, en su forma de comportarse y en sus reflexiones y un vocabulario muy rico que nos adentra en las culturas precolombinas, en la música clásica y en la poesía.
Y qué decir del final. De nada sirve un inicio sugerente si no hay un buen final. Esa caricia, esa bofetada o, como en el caso de Sylvia, esa impresión agridulce, pero esperanzadora, que nos llevamos cuando cerramos el libro.
Una delicia de novela que deleitará a todo aquel que esté o haya estado enamorado.
Edad recomendada: en la frontera.