5 OVEJAS NEGRAS

Niña Bonita

“Había una vez una niña bonita, bien bonita. Tenía los ojos como dos aceitunas negras, lisas y muy brillantes. Su cabello era rizado y negro, muy negro, como hecho de finas hebras de la noche. su piel era oscura y lustrosa, más suave que la piel de la pantera cuando juega en la lluvia”.

Tras esta hermosa descripción, sigue el relato. En la casa de al lado vivía un conejo blanco deslumbrado por la niña que quiso saber su secreto para ser tan negrita y tan bonita. La niña no sabía, por lo que recurrió a su imaginación e inventaba distintas explicaciones cada vez que el conejo le preguntaba; cuando era chiquita le había caído un frasco de tinta encima, o tomaba mucho café negro o quizás fuera la uva negra…

Y la historia sigue por derroteros llenos de imaginación, con un texto musical, encantador, que se mantiene vivo después de treinta años. La autora se inspiró en su propia hija, y en un juego con sus hermanos, para dar vida a esta historia, como nos cuentan desde la editorial.

Una maravilla leer sobre el proceso creativo de la obra: “Escribí Niña bonita para mi hija, cuando acababa de nacer. Ella no es negrita, era muy blanquita, era la más blanca de todos, y sus hermanos jugaban a preguntarle: “¿Cómo eres tan blanquita, qué te pasó?”, y ponían voz de conejo porque ella tenía un conejo de peluche. Una vez uno de los hermanos preguntó: “¿Cuál es tu secreto para ser tan blanquita?”. Y el otro contestó: “Me cayó talco cuando mi mamá me cambiaba los pañales”. Y los hermanos se rieron, y ella también se rio, aunque era un bebé. Y fue entonces cuando ellos empezaron a jugar con distintas respuestas del universo infantil: es que he bebido demasiada leche, comí demasiado arroz, mi hermano me llenó de pasta de dientes… Era tan divertido y lo estaban pasando tan bien los tres que me dije: “Tengo que escribir un cuento con eso, pero al revés, porque nuestras princesas en Brasil son negras y lindas”. Recién había estado en Angola y estaba fascinada por cómo las mamás peinaban a sus hijas, esas trenzas en las que ponían conchitas y semillas y flores. Además, mi hija no tenía pelo y entonces yo le ponía siempre moñitos en la cabeza para que por la calle no me preguntaran si era niño. Así que ya estaban varios elementos, la niña bonita, el conejo, los peinados y los moños…”

No hace falta añadir nada más. Solo animaros a leer el cuento y felicitar a la editorial por su gran trabajo y mantener en su catálogo estas pequeñas joyitas. MB

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