Michael Sussman y Júlia Sardà. Impedimenta, 2020
Hay que reconocer que los padres no son infalibles; eso es imposible. Pero no solo eso, la mayoría hacen lo que pueden, y en el caso de algunos niños como Atticus, que tiene unos padres que hace muuucho tiempo que olvidaron lo que es la niñez, lo tienen más crudo todavía. Por eso, cuando Atticus intenta explicarles que una serpiente gigantesca ha salido de su armario mientras construía un castillo con mondadientes, estos no le hacen ni caso.
Y no digamos cuando la cobra gigante se lo zampa; le dicen que ya es mayor para andar con tonterías. ¿De dónde ha sacado ese disfraz? Cuando todo se mira con el prisma de la seriedad y el razonamiento adulto nos alejamos de la mirada infantil, de la imaginación y de la necesidad de atención que la infancia, esa etapa tan importante y tan pasajera, reclama.
Pero esta reseña no trata de descifrar el contenido de este interesante álbum. Solo queremos llamar la atención sobre su divertido guión, su original planteamiento y su acertada ilustración, y que cada lector lo disfrute a su manera.
Michael Sussman trae ecos de Edward Gorey, que la ilustración de Júlia Sardá potencia; de Maurice Sendak y su mirada a la infancia o de Benjamin Chaud y su humor negro y gamberro, que por otra parte todos comparten. Un texto lleno de ironía que debería llevar a la reflexión y que la ilustradora dota de expresividad y carácter, logrando un aire irreal que difumina la frontera entre lo real y adulto y lo imaginario e infantil.
Lo que tienen que hacer los niños para que sus padres los escuchen… ¡Que malas son las etiquetas!MB
Recomendado a partir de 7 años