Daniel Piqueras Fisk. Narval, 2020
Nuestra joven protagonista está de malhumor. El día de campo con la familia se presenta aburrido, con su hermano pequeño dando la lata y sus padres empeñados en cantar canciones tontas y dar paseitos absurdos. Y ella lo sabe por adelantado, antes de empezar. Ella se aparta, ella se abstrae, ella solo quiere que se termine. Pero de repente, un hecho casual como una botella que cae al riachuelo por descuido, despierta el ánimo de la niña; y decide actuar, mostrando cómo cualquier gesto, por pequeño que parezca, puede tener una gran consecuencia.
Todo este carrusel de emociones transmite Piqueras Fisk con trazo limpio, o eso es lo que yo interpreto como lectora, ya que el autor, al prescindir de las palabras, cuenta para completar la historia con la psicología que aporta el que se acerca a su obra.
Esto hace que la lectura se adapte a diferentes edades y experiencias, ya que contar con imágenes, recurrir a este lenguaje tan universal, crea una complicidad necesaria entre autor y lector para completar la historia. Aunque en esta ocasión no renuncia al texto por completo y nos sorprende con pequeños párrafos que muestran las reflexiones que llevan a la niña a actuar.
Pero a Piqueras lo que le apasiona es el dibujo y eso se nota. La línea negra y limpia que lo caracteriza dota de expresividad al relato, y el uso del color está restringido para momentos específicos, para llamar la atención sobre algo concreto, en este caso, el rastro de futuro peligro que puede acarrear un acto tan simple como tirar una botella al agua.
Una historia con acción, con pasión, con humor, con muy poco texto y muy cinematográfica. Para entrenar la observación, para jugar a inventar la historia si el lector es pequeño, para despertar conciencias si el lector en joven y para disfrutar de su fuerza si el lector es adulto. Somos muy fan de Piqueras y su dibujo. MB