Scott Fitzgerald; Editorial Debolsillo, 2017
No podemos acercarnos a El Gran Gatsby buscando una novela que refleje la sociedad americana de los años veinte. Fitzgerald se fija en uno de los extremos de esa sociedad, el de la gente rica que vive en mansiones y desperdicia las noches en desmesuradas fiestas; el de los personajes frívolos, egoístas y sin escrúpulos que se mueven en la resbaladiza línea del gansterismo y la corrupción. El autor describe eso felices años veinte, marcados por las grandes diferencias sociales, cuya burbuja dio lugar a la Gran Depresión del veintinueve. Casi un siglo después, no solo la sociedad americana, también nuestra sociedad sufre esas injustas desigualdades. Tal vez la lectura de la novela nos haga reflexionar y acentúe nuestro espíritu crítico y el de nuestros jóvenes lectores.
Francis Scott Fitzgerald logra encandilarnos con uno de los personajes más triunfadores y exitosos de la literatura. Pero Jay Gatsby es también un perdedor. Es un personaje hecho así mismo, soñador y sin muchos escrúpulos que amasa una inmensa fortuna con la pretensión de reconquistar a Daisy, el amor de su vida. Sin embargo el abismo existente entre Daisy y su marido, que respiran un dinero heredado tras generaciones, y el dinero recién adquirido de ese romántico y enigmático personaje llamado Gatsby, abre una herida de dramáticas consecuencias. Gatsby lo arriesga todo por una ilusión llamada Daisy Buchanan, una ilusión bella, rica y fríbola que antepone sus propios intereses a cualquier comportamiento honesto y leal.
Es casi imposible no sentirse seducido por la elegancia de un texto fluido y poético, cargado de reflexiones filosóficas que nos va guiando por una lectura poco convencional. Las elipsis narrativas nos sumergen en la historia al obligarnos a completar, como si de un puzle se tratara, algunos pasajes que solo han sido insinuados con sutiles pistas.
Son muy pocos los personajes que transitan esta novela y todos ellos lo hacen en torno a la figura de Jay Gatsby, ese hombre enigmático sobre el que todos especulan; ese nuevo rico que se inventa a sí mismo y que se da a conocer a través de sus extravagantes fiestas. Ese personaje se nos revela a través de sus reflexiones y comentarios, pero sobre todo, a través de su proceder. Sólo un personaje, Nick Carraway, el narrador, tiene conciencia de su personalidad y nos lo dice, se ve a sí mismo como un hombre honrado a quien su padre le enseño a no juzgar los comportamientos ajenos. Del resto nada sabemos, excepto que son ricos, hasta que nos sumergimos en la novela y vemos cómo reaccionan ante diferentes conflictos mostrando, de ese modo, su auténtica personalidad. Todos ellos son personajes complejos, coherentes y bien construidos.
La novela fue publicada en 1925 cuando Scott Fitzgerald tenía 33 años. Son muchas las voces que ven similitudes entre el propio autor y su personaje Jay Gatsby. Mientras estaba en Princeton y durante una visita a su hogar en St. Paul, Fitzgerald conoció a Ginevra King, una joven de la alta sociedad de Chicago de la que se enamoró. Obsesionado con ella, sirvió de inspiración para el personaje de Daisy y para otros múltiples personajes de sus novelas e historias cortas. A los 25 años Fitzgerald ya era un escritor de éxito y, sin embargo, se dejó arrastrar por el espejismo de un mundo superficial. AR
A partir de 15 años.