William Faulkner. Debolsillo editorial; 2016
Cuando abordas por primera vez esta novela, te entregas incondicionalmente a lo desconocido. Penetras en un laberinto oscuro del que crees no poder salir, y solo la confianza en la literatura con mayúsculas, te mantiene en la lectura. Aunque el lector no sabe hacia donde va, Faulkner nos va guiando hacia un todo armónico por encima de cualquier formalismo gramatical. Leer así, puede conducirnos hacia el abandono de la lectura, pero si aceptamos el reto, no nos arrepentiremos porque sentiremos una gratificante recompensa a medida que vamos armando el rompecabezas.
El título recoge con precisión el contenido la obra. Desde las primeras páginas sentimos el movimiento, las voces que van y vienen, el ruido, el llanto y la confusión. Caminaremos junto a Benji, Caddy, ambos Quentins, Jason, Caroline, Luster y Dilsey retando los tiempos espacio-temporales y las estructuras narrativas establecidas.
La sucesión de voces narrativas va construyendo la historia a través del monólogo interior de sus personajes, unos personajes que nos revelan el punto de vista de su realidad. Él mismo, revela en una entrevista que se trata de una historia y cuatro formas de contarla, todas, según él, equivocadas. “…escribí la misma historia cuatro veces, ninguna de ellas estaba bien, sentí angustia, no podía tirar ninguna de ellas, así que decidí publicar las cuatro”.
Sin embargo, ninguna de ellas está narrada a través de la mirada de Caddy. Puede que no haga falta ya que su voz se entrelaza con las del resto de personajes, su forma de ver la vida, de entender el sexo y el amor, de relacionarse con su familia impregna casi toda la novela. Es quizá la protagonista de la historia. Todo gira en torno a ella, el deseo, los celos, la envidia, la virginidad, el amor. Caddy es un personaje entrañable y complejo: lejana y cercana, amable y displicente, inteligente, misteriosa y victima de ser una mujer adelantada a su tiempo.
Estas voces narrativas van creando una sucesión de escenas absolutamente caóticas que van y vienen apoyándose, en algunos pasajes, en un lenguaje igualmente caótico, sin puntos, comas, guiones o signos gramaticales, que consiguen crear la tensión deseada, y que se complica, en algunos casos, con elipsis muy marcadas.
Con todas estos ingredientes vamos descubriendo la progresiva decadencia de la familia Compson, sus secretos y las complejas relaciones de amor y odio que la sostienen y la destruyen. Para ayudarnos en esta complicada tarea, el editor Malcom Cowley se atrevió a introducir un apéndice donde se describe y aclara la cronología de la familia Compson desde 1699 a 1945. Faulkner, lejos de ofenderse, declaró estar encantado con esta iniciativa de su editor y se lamentó por no haberlo pensado él.
Por todo esto, a pesar de no ser una novela de lectura fácil, queremos ir introduciendo, de forma progresiva, a nuestros lectores en obras maestras que les descubrirán un universo lector que no querrán abandonar. AR
En la frontera