La buena acogida que Las Meninas ha tenido entre el público y la crítica, ha hecho que Santiago García y Javier Olivares sigan asistiendo a encuentros con los lectores en librerías y bibliotecas. Con motivo de uno de esos encuentros, celebrado en la librería Letras Corsarias de Salamanca, el pasado mes de octubre, pudimos disfrutar de una amena charla y conocer algunos detalles del proceso creativos que siguen, cada uno de ellos, cuando se enfrentan a una nueva obra. Hace unas semanas publicamos la entrevista que le hicimos a Santiago García y hoy le toca el turno al dibujante Javier Olivares. Esperamos que os resulte tan interesante como nos resultó a nosotras.
¿En qué momento supiste que querías dedicarte a dibujar?
Empecé a dibujar con 6 ó 7 años, en el colegio, pero no era una idea de futuro, ni una profesión, lo hacía porque me gustaba. Yo creo que me lo planteé como profesión en el instituto porque, como me iba tan mal en los estudios mi padre, desesperado, viendo que por la vía académica no iba a hacer una carrera, me dijo que hiciese algo que me gustara. En ese momento salté del instituto a la Escuela de Artes y Oficios de Madrid, donde pasé cuatro años perfeccionándome. Allí, además de orientándome profesionalmente entré en contacto con otra gente que también querían ser dibujantes, pintores, ilustradores… de alguna manera empecé a sumergirme en el futuro mundo profesional que me iba a encontrar, pero pasaron muchos años hasta que empecé a publicar y muchos más, hasta que pude independizarme. Aunque tenía clara la vocación tardé mucho tiempo en poder vivir de esto.
¿Tienes algún artista o dibujante al que admires?
Tengo tantos que me parece muy injusto dar un nombre o dos. Mis influencias primeras son de dibujantes de los años 70 y 80, dibujantes como Moebius o Gorden y después vinieron todos los dibujantes españoles de aquella época y los americanos como Mignola, más tarde, los argentinos Muñoz o Brocha que me marcaron mucho. Mis influencias vienen incluso del mundo del diseño y de la música. Encuentro en ellos cosas muy interesantes, puedes encontrar ideas, estructuras, formas… La inspiración es muy variada, viene de muchos sitios, no sólo de dibujantes de cómic.
¿Qué proceso creativo sigues a la hora de dibujar cuando te enfrentas a una nueva obra?
Yo soy bastante organizado, me gusta estructurar muy bien mi trabajo, no voy improvisando, necesito la estructura, la idea, el concepto… Viendo que tengo una idea y un camino marcado sabiendo a dónde voy, me siento más libre para dibujar. Cuando empecé, estaba tan perdido, que comenzaba a hacer cosas a las que luego intentaba dar un sentido narrativo. Como no sabía por dónde tirar, pensaba que ese tipo de cómic aleatorio iba a funcionar, pero me di cuenta de que no, porque yo tengo una estructura interna mucho más organizada aunque, como te dije antes, es muy libre.
¿Qué importancia le das a las campañas de marketing y otras redes de difusión como los blogs o facebook para llegar al lector?
Ahora mismo son fundamentales, yo creo que sólo puedes obviarlas si eres tan famoso que ya no las necesitas, si eres un ilustrador mundialmente conocido y, aún así, los ilustradores más conocidos como Dave Mc kean, tienen un blog y Facebook, han entendido que tienen que estar en contacto con la gente porque, ahora mismo, en el mundo en que vivimos, eso es fundamental para existir como dibujante que está produciendo algo.
Las Meninas ha sido una obra muy premiada: Premio Nacional del Cómic 2015, el Premio del Salón del Cómic de Barcelona, el Premio Splash Sagunt Comic Festival al Mejor álbum nacional y el Premio Dolmen de la Crítica a la Mejor Obra Nacional. ¿Qué supone para un ilustrador un reconocimiento profesional que ha sido abalado por tantos premios?
En general supone mucha atención en todos los sentidos, atención mediática, de público, de editores… Yo no estaba acostumbrado a tanta atención. Aunque llevo muchos años dibujando y tengo mi grupo de fans, era un grupo muy fiel pero muy pequeño, y salir de ese grupo de gente, y empezar a vender incluso a gente que no ha leído cómic, pues es genial. Una de las cosas que me ha dado Las Meninas, y me gusta mucho, es haber salido el pequeño gueto de los cómics, del que yo estaba aún en otro más pequeño que es el de los dibujantes raros y marginales. He salido de ese gueto al gran público por la puerta grande. Me parece genial, mi normalidad como autor, es a lo que aspiro. Yo siempre he dicho que lo que me gusta de la normalidad del medio es que ya no tengo que defender el medio, ya no tengo que defender el cómic, tengo que defender mi obra. Me he pasado años defendiendo el cómic como medio y eso supone un gasto enorme de energía. Ahora el cómic está empezando a defenderse sólo, dentro de las dificultades que tiene todo lo cultural en este país. Me conformaría con que estuviera en ese espacio minoritario que tienen el cine o el teatro.
¿Cómo surgió la idea de crear una obra centrada en Las Meninas?.
La idea partió de Santiago y a mi pareció bien, aunque yo no soy licenciado en Historia del Arte, estudie arte en La Escuela de Artes y Oficios y es un medio que me gusta mucho y lo conozco bien. Tenía muchas ganas de trabajar con Santiago y además sabía que, para él, era una obsesión. Quería hablar de unos temas y Las Meninas le venían muy bien para reflejarlo. Sabía que el tebeo iba a ser mucho más interesante de lo que en principio podía parecer, no era una biografía, iba a ser otra cosa. Todos los cómics de Santiago tienen esas segundas y terceras lecturas. A veces son obras de ciencia ficción y, cuando las lees, te das cuenta de que no es ciencia ficción, es otra cosa, tienes que pensar qué está diciendo, porque hay varios niveles de lectura, y lo que realmente quiere decir, está dos o tres niveles más abajo, y esto es lo que le da sentido al libro y la gente lo acaba captando.
El comic es un continuo flash-back que pasa del presente al pasado constantemente, y sin embargo, el lector no se pierde, sabe en qué momento temporal está a lo largo de toda lo obra ¿No tuvisteis miedo de que el lector se sintiera perdido en algún momento? ¿Cómo se os ocurrió esa combinación de tonos para diferenciar ambos tiempos?
Yo confío mucho en Santiago y la decisión de marcar los tiempos con diferentes tonos fue suya. El color en este cómic no es un elemento decorativo, ni emotivo, es un elemento narrativo. El color no está puesto ni para emocionar, ni para decorar, está puesto para guiarte, es como el hilo de un laberinto que, si lo sigues, no te pierdes. También nos vino muy bien para eliminar cartuchos innecesarios en los que poníamos el año en el que estábamos. Con los diferentes tonos, no hace falta indicar que hemos cambiado de año, el lector lo ve. Alguien, hace unos años, me dijo, “piensa que el lector siempre es más inteligente que tú”, y esta frase hace que no te duermas en los laureles, no puedes bajar el nivel de tu trabajo, tienes que estar siempre pensando que el lector sabe más que tú. Al principio, me preocupaba hacer un libro así de complejo sobre Velázquez porque no es un autor fugaz, y por lo tanto, estás reduciendo el número de lectores. Yo no tenía tanta confianza como Santiago, pero él siempre me decía que, o no lo leía nadie o iba a ser un éxito. Y eso se ha cumplido, porque hay gente que no le hace ni caso y otros lo adoran.
¿Hay algún libro que te marcara en tu infancia?
Con El Garaje hermético de Moebius empecé a pensar que el cómic podía decir cosas diferentes, porque yo venía de autores como Corben, autores de cómics de ciencia ficción, cómics más convencionales, y de repente, descubrí El garaje hermético que era tan alucinante que, aunque era muy joven, me di cuenta de que en un cómic podías decir de todo. Lo leí en el momento correcto. Luego descubrí Watchmen y me fascinó, por la idea de cómic más complejo que te permitía hacer cosas con el medio, con la viñetas, podías jugar con ellas, el medio era algo con lo que podías jugar, porque antes, para nosotros las viñetas eran algo que se iba acumulando. Mi aprendizaje como dibujante de cómic tenía que ver, más con la planificación cinematográfica que con la idea de poder usar la viñetas como elementos narrativos que pueden ser alterados. No teníamos esa conciencia. La decisión de cuantas viñetas se ponían en cada página, no era una cuestión narrativa, era estética y cuando te das cuenta de que el medio te permite jugar con el número de viñetas, ves que se pueden hacer cosas interesantes con la narrativa.
¿Qué estás leyendo en este momento?
Estoy leyendo varios libros, uno de ellos es muy divertido, lo ha publicado ESPOP ediciones, y es una historia sobre Drácula, de cómo empezó en la novela, luego pasa al teatro y al cine. Curiosamente, leyendo ese libro, me han encargado ilustrar un libro sobre Drácula en una edición juvenil. También estoy leyendo algunos libros de ensayo. Ahora leo más ensayo, como tienes menos tiempo vas a cosas que te interesan, si empiezas a leer un libro y no te gusta pues lo dejas, pero si estás leyendo un ensayo es porque te interesa el tema y te lo lees. También he leído Luces de Bohemia porque lo voy a ilustrar para Anaya, es un libro que no había leído y me ha parecido alucinante, es una radiografía de España tan tremenda… Mientras lo leía tenía la sensación de que el libro y la realidad eran lo mismo. Otra cosa que me ha impresionado es la economía narrativa de Valle Inclán. Me ha encantado.
¿Podrías recomendar algún título a nuestros lectores juveniles?
Yo recomendaría los tebeos de El Pequeño Vampiro, son geniales.
Fue un placer disfrutar de la lectura del cómic y de esa entretenida charla que nos permitió descubrir los entresijos de la obra. Deseamos que tus próximas obras tengan el mismo éxito. Muchas gracias, Javier. AR