Ignacio Sanz y Patricia Metola. – Edelvives, 2010
Siete años después de realizar su primer viaje a Europa desde Chile, el poeta Vicente Huidobro regresa a su país junto a su mujer, sus hijos el personal de servicio, la vaca Jacinta y trescientos ruiseñores. Una excentricidad que como el poeta dice al capitán del Tierra del fuego, puede salvar a la humanidad de la vulgaridad y la rutina. Y es que desde que Huidobro escuchara el canto del ruiseñor por primera vez en Mallorca, una idea se apoderó de su pensamiento: poblar Latinoamérica con su bello canto para que todos los habitantes del continente pudieran disfrutar de él. El viaje es largo y duro y nada garantiza que los ruiseñores lleguen a Valparaíso pero el poeta se consuela, solo fracasa el que no lo intenta.
Con esta breve historia, basada en hechos reales, el autor obtuvo en 2010 el XXI Premio Ala Delta. En ella, escrita a varias voces, conoceremos la personalidad y la vida, las excentricidades y parte del universo creativo del poeta chileno Vicente Huidobro, pero principalmente las peripecias sufridas en sus dos viajes de ida a Europa y de vuelta a Chile. Introducida la trama y tras entrar el poeta en un trance creativo que durante toda la segunda travesía le mantuvo encerrado en su camarote en busca del poema soñado, el narrador da paso a las voces de Nela y Vicentito, hijos de Huidobro, que se alternan para escribir el diario o cuaderno de bitácora en el que narran con minuciosidad el día a día de los ruiseñores, anécdotas del viaje, sus conversaciones con el capitán y sus preocupaciones y reflexiones en torno a la libertad de las aves, sus encuentros con el resto del pasaje y las rarezas de los poetas, de los que su padre es su referente más cercano.
Una anécdota insólita, casi increíble, aunque real, recreada con maestría, sentimiento y emoción por Ignacio Sanz. La voz de los niños, narradores imprevistos, añade ingenuidad y ternura a la historia. Son ellos los encargados de introducir los temas más implícitos con sus reflexiones sobre la libertad, la lealtad, la excentricidad de la poesía y la necesidad de intentar cumplir los sueños con valentía. Pues como ellos dicen y a pesar del resultado final, el viaje no hubiera sido el mismo sin los ruiseñores. La responsabilidad de cuidar a esos pequeños seres que con su canto, pequeño y armonioso, pueden cambiar el mundo, añade ilusión a su tarea y la posibilidad de cumplir un sueño excéntrico como la poesía del padre al que no entienden.
No falta el humor en la obra, acompañada también por las tiernas y bellas ilustraciones a lápiz y collage de Patricia Metola. M.L.P.
A partir de 8 años