5 OVEJAS NEGRAS

Entrevista a Fulgencio Argüelles

Fulgencio Argüelles es un autor con una larga trayectoria como escritor. Comenzó con los relatos cortos y después vinieron las novelas, los artículos de opinión y la crítica literaria, siendo premiado en todas las modalidades.

Hace algunas semanas tuvimos la suerte de charlar con él en la librería Letras Corsarias de Salamanca, donde nos develó sus fuentes de inspiración y cómo se gestan sus novelas. Hemos recogido lo más interesante para ofrecéroslo en esta entrevista. Esperamos que os guste y os resulte tan interesante como a nosotras.

 

En qué momento decidiste que querías dedicarte a escribir?

En realidad nunca me dediqué a escribir. Quiero decir, que nunca mi oficio fue el de escritor, que jamás viví de la literatura. Mi trabajo fue el de psicólogo en una entidad financiera. A los escritores, a la pregunta de por qué escribimos, nos gusta responder con frases bien preparadas, contundentes, cargadas, a poder ser, de un fuerte contenido intelectual, existencial o lo que sea. Hablamos de fuerzas interiores irresistibles, de necesidades innatas, de afán de transcendencia… Algunos se atreven incluso a afirmar que ya con cuatro o cinco años sabían que iban a ser escritores…. Creo que uno hace lo que hace, uno compone música o crea cosas (talla, cocina, pinta, escribe…) porque cree que lo hace bien y porque espera (o ya cuenta con) la aprobación de los demás. Así lo creo. Es como si las

necesidades de seguridad, de autorrealización (creatividad, resolución de problemas, etc) y de reconocimiento… se vieran satisfechas en un solo ejercicio. Y también esto de escribir tiene que ver con esa necesidad de “contar” que sentimos desde que nacemos…. De contar cosas, vividas o imaginadas, de contarnos de alguna manera a nosotros mismos en aquello que decimos…… Cada uno elige (o le viene dado por circunstancias azarosas) la manera de contar…. Ya desde la adolescencia elegí la escritura como forma de contar y de contarme.

¿Cual es el proceso creativo que sigues cuando te enfrentas a una nueva novela? ¿Está todo determinado de antemano o va surgiendo a mediada que escribes?

 Primero está la idea, una o varias, aquello que quieres desarrollar, de lo que quieres hablar. Después busco un paisaje, un espacio, y también un tiempo, una época en la que esa idea se pueda desarrollar o visualizar mejor. Después pienso en los personajes. Los imagino, les pongo un nombre y una personalidad, les pregunto, los escucho, los conozco bien, y cuando ya son para mí personas conocidas, como amigos o vecinos, cuando sé todo de ellos, sé cómo son, sé lo que desean o lo que echan de menos, sé lo que les preocupa, entonces me pongo a escribir. No hay argumento inicial, el argumento para mí es secundario, necesario, claro, pero no tan importante. La escritura se va desarrollando sin esquemas argumentales previos, sólo siguiendo el rastro emocional o intelectual de cada personaje.

En El otoño de la casa de los sauces hablas del dolor de las víctimas provocado por los actos terroristas y los remordimientos que sienten los terroristas ¿Cómo surgió la idea de escribir sobre terrorismo? ¿Y por qué lo hiciste desde el punto de vista de los causantes del dolor?

Siempre me interesaron más los verdugos que las víctimas, más los que matan que los muertos. Supongo que tendrá que ver con mi formación como psicólogo. Los muertos ya no están, se han ido, han sido maltratadas por el azar. No puedo escucharlos. Nada tendrían que decirme. Tal vez hablarme de su mala fortuna o decirme que no debían de haber pasado por allí en el momento de la explosión. Me interesa el criminal, el psicópata, el terrorista, porque quiero saber sus motivos, por qué hizo lo que hizo, qué lo llevó a decidir sobre otras vidas, cuáles son sus pensamientos. Me interesa saber qué hay de ellos, de su forma de ser, en mí. Quiero conocerme mejor a través de ellos. También me interesa el arrepentimiento. No como una palabra, sino como un cambio interior, como un… “hice aquello y no debí hacerlo” o “debí hacerlo de otra manera”. Como un….”aquellas consecuencias de lo que hice no fueron las más deseables”. Y soy lo que soy, porque hice lo que hice… Quien no se arrepiente de cosas que hizo a lo largo    de la vida o es un ciego o la vanidad le chorrea por los ojos o es un imbécil. Y cuando soy consciente de todo, inmediatamente crezco. Mis personajes se arrepienten (cada uno a su manera) ante la evidencia de su propia muerte y en ese arrepentimiento estará probablemente la salvación de su condición humana.

En la novela nos encontramos con unos personajes complejos, con sus luces y sus sombras, que tienen fuerza, están bien construidos y dan coherencia al relato. Vamos conociéndolos de forma progresiva hasta que llega un momento en que se desnudan, emocionalmente, ante el lector, hasta el punto de saber qué pasa por sus cabezas y qué hay detrás de cada una de esas vidas ¿Cómo puede un escritor meterse en la piel de estos personajes?

 En la novela hay aspectos muy relacionados con la psicología que, al menos en un primer momento, pretendí situar como soportes esenciales de la historia. Es el caso de la catarsis, entendida al modo de aquellas catarsis griegas en las se purificaban las pasiones del ánimo mediante las emociones que provocaba alguna circunstancia trágica. Es el caso de la dinámica de grupos y sus fundamentos o principios, especialmente aquellos referidos a las fuerzas internas del grupo, al liderazgo y a la terapéutica. Y es el caso también del desarrollo de la personalidad, es decir, la exposición, como parte de la historia, de los fundamentos de cada carácter, con sus rasgos, sus valores, su específico comportamiento. La clave está, como dije antes, en conocer bien a los personajes antes de ponerte a escribir sobre ellos. Saber que son antes de imaginar lo que hacen.

Leyendo El otoño de la casa de los sauces descubrimos un texto preciso que dice con claridad lo que quiere decir. Da la impresión de que es una obra muy pulida, detrás de los cual hay un trabajo de corrección ¿Es cierta esta impresión o sale de forman natural este estilo limpio y libre de florituras?

No. Hay mucho trabajo detrás. Es un trabajo de orfebrería donde la materia prima es la palabra, el lenguaje. No sólo busco decir lo que quiero decir, sino decirlo de otra manera y decirlo musicalmente. Que lo que diga sea lo más preciso posible, lo más hermoso posible y que, además, tenga ritmo, suene bien. Las historias deben contener vigor y esfuerzo para provocar el asombro, y, si la importancia o la profundidad de los contenidos califican al hecho de contar, también lo hacen en gran medida la elegancia y la belleza. No sólo importa lo que se cuenta sino, y sobre todo, cómo se cuenta. Y eso exige trabajo, pero un trabajo divertido y maravilloso.

La lectura de la novela requiere una participación activa del lector en la construcción del relato que resulta muy atractiva. Nos damos cuenta de que la información que se sugiere, es tan importante como la que se dice. Van apareciendo pistas que nos adelantan acontecimientos y que el lector tiene que encajar ¿Esto es algo buscado o surge de forma espontánea?

Me gustan los libros que no me lo cuentan todo, que le conceden un margen a mi imaginación y a mí pensamiento. Intento lo mismo cuando escribo. En las correcciones suelo eliminar muchas cosas, las páginas se reducen en cada lectura y entonces el texto gana, porque le va cediendo la palabra al lector.

¿El hecho de ser un autor tan premiado te condiciona a la hora de escribir? ¿Sientes algún tipo de presión?

Nunca he escrito con ese tipo de presión, porque, como decía, nunca viví de la escritura. Supongo que eso me concedió más libertad o, al menos, más espacio para pensar y desarrollar las historias sin la presión de una fecha de entrega. El tiempo de construcción de cada una de mis novelas suele durar de cuatro a siete años. Incluso puedo estar en dos historias al mismo tiempo. Tampoco tengo una disciplina. Escribo cuando siento la necesidad o cuando se me ocurre algo esencial. Puedo escribir un día entero y pasar después semanas sin escribir.

¿Cuál es tu relación con las novelas que escribes una vez que se publican, empiezan a circular y les pierdes la pista?

No vuelvo a leerlas. Ya no son mías, no me pertenecen. Son de aquellos que las leen. Gente, en la mayoría de los casos, que no conozco, que no sé dónde están, que no sé cómo reciben mi historia. En una ocasión, participando en una reunión informal con gente del mundo de la literatura y en la que apenas conocía a dos o tres participantes, alguien se acercó a mí y hablamos de algunas novelas. Entonces él me recomendó efusivamente una novela, El palacio azul de los ingenieros belgas. Le prometí que la leería, porque, por supuesto, no le dije que era mía. Es la prueba de que tus libros una vez publicados ya no te pertenecen. La obra está siempre por encima del autor, va más allá. Tú te quedas, tu obra se pierde en la eternidad.

¿Tienes algún referente literario, algún autor al que admires?

Muchos. Todos los que me emocionaron, los que me acompañaron para enseñarme a vivir. En el libro recién publicado, Mis libros de siempre jamás, están todos. Están ellos y están sus obras y lo que significan para mí. Desde Virgilio u Homero hasta Lucrecio, desde Dostoievski o Turguénev a Faulkner o Camus, desde Asturias a Márquez, desde Rulfo hasta Saramago o Mateo Díez, desde Dickens o Hugo hasta Berger o Benet. Ahí está, si no todos, casi todos. Siempre fui un lector muy aplicado, desde bien joven. Cada libro suponía un descubrimiento de lo mejor y lo peor de mí mismo y de los demás. Había mucha subversión en aquel momento de extraviarse en cada historia y de sumirse en la liturgia de silencio y soledad. Los libros son parte esencial de mi vida y son muchos, muchísimos los autores importantes para mí, y aún me quedan muchos por descubrir.

¿Hubo algún libro que te marcara en tu infancia? 

Creo que Los Miserables, Los santos van al infierno y El señor Presidente. Los leí con catorce o quince años, en el corredor de la casa o por las noches, con una linterna clandestina (porque mi madre no quería que gastara luz), o también en aquellas mañanas largas vigilando que las vacas no se salieran de las lindes mientras pastaban. Antes de ese tiempo no recuerdo especialmente ninguna lectura.

¿Qué libro recomendarías a nuestros lectores juveniles?

No sé. Tal vez El perfume, o también Oliver Twist. O también Los miserables. Historias de siempre que sobrecogen y enganchan. Incluso La Odisea. También Cumbres borrascosas, El extranjero, El amor en los tiempos del cólera, Un mundo feliz o Yo que he servido al rey de Inglaterra.

¿Qué estás leyendo en este momento?

Siempre leo varios libros a la vez. Terminé una vez más Viaje al fin de la noche, de Céline (y ya van tres), y estoy con la Comedia, de Dante, en una magnífica edición de Acantilado, con unos relatos de Pessoa y con El corto verano de la anarquía, de Hans Magnus Enzensberger. Y me están esperando Biografía de una idea, de Krzyzanowski y una pequeña biografía sobre Américo Vespucio (Relato de un error histórico), del biógrafo por excelencia, Stefan Zweig.

Muchas Gracias Fulgencio por compartir con nosotras parte de tu tiempo. Fue un placer leer tu novela El otoño de la casa de los sauce y enriquecer la lectura con tus comentarios ¡Suerte en tus próximas publicaciones!

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