5 OVEJAS NEGRAS

Entrevista con la escritora Gabriela Ybarra

Resultado de imagenUn año más, dentro de su programa “Escrituras de hoy”, la biblioteca Casa de la Conchas de Salamanca reunió, el pasado 23 de marzo, a cuatro escritores contemporáneos. 5 ovejas negras tuvo la oportunidad de charlar con la joven escritora Gabriela Ybarra que, muy amablemente, nos habló de su novela El comensal, galardonada con el premio Euskadi de literatura y finalista del Booker. Nos habló de sus preferencias lectoras, de cómo surgió la idea de escribir esta valiente novela y cómo se enfrentó a el reto de escribirla. Su charla fue tan amena como su novela. Esperamos que os guste tanto como a nosotras. Ahí os la dejamos.

 

Eres una escritora con muy poca trayectoria, al menos visible, ya que sólo tienes una novela publicada pero… tal vez tienes más cosas sin publicar ¿Desde cuándo estás escribiendo?

Empecé a escribir en el momento en que aprendí a hacerlo, cuando era niña; la escritura era parte de mis juegos. De alguna manera mi ideal de escritura es volver a ser aquella niña que escribía con total libertad porque a medida que nos vamos haciendo mayores estamos más pendientes de la opinión de los lectores, aunque yo procuro no pensar mucho en ello, por eso mi ideal de escritura es escribir como cuando era niña. Durante muchos años no escribí porque estaba en la universidad y mi hermana empezó a publicar libros de poesía y pensé que la escritora de la familia era ella, pero cuando mi madre estuvo enferma tuve que dejar de trabajar y pasé mucho tiempo con ella en el hospital, en las salas de espera y ahí tuve la oportunidad de leer mucho y también de pensar mucho. Cuando ella murió lo primero que hice fue apuntarme a un taller de escritura. En el primer momento no tenía ninguna ambición, solo quería probar porque se me había quedado la espinita clavada de ver qué pasaba si escribía. Me lo tomé como un trabajo porque en aquel momento vivía en EE UU y para cuidar a mi madre tuve que pedir una excedencia, y como tenía cuatro meses, decidí tomármelo como un trabajo. Vi que había algo y decidí seguir, desde entonces no he dejado de escribir.

Tu formación académica está vinculada a las redes sociales y el marketing. ¿Cómo llegaste a la literatura? ¿Qué te motivó a escribir una novela y a publicarla?

Tuve la suerte de vivir en una casa donde hay muchos libros. Mi padre es un loco de los literatura y desde muy niña nos leía, a mis hermanas y a mi, poemas porque le encanta la poesía. Siempre he leído un montón, leer y escribir han sido parte de mi vida. Desde la universidad hasta que murió mi madre fueron malos años para leer porque estaba con la cabeza en otra cosa: primero en la universidad, después buscando trabajo, luego jornadas laborales de doce horas… así que cuando llegaba a casa leía algo pero no ávidamente .

En El Comensal, bajo una apariencia suave en el estilo narrativo, consigues dibujar una realidad amarga: la muerte de tu madre y asesinato de tu abuelo, sin embargo, al leerla no se perciben resentimiento ni deseos de venganza y no juzgas a los asesinos ¿Cómo se consigue eso?

Cuando comencé a escribir no me censuré mucho y dejé que salieran todos los sentimientos pero no me gustaba como artefacto literario. Tenía una voluntad estética a lo hora de contar la historia y me parecía que cuando le quitaba todo el sentimentalismo tenía más fuerza. Durante muchos años en la adolescencia escribí alguna cosa que intentaba que sonase literario y escribía unas cosas espantosas, pomposas y muy rimbombantes y yo soy una persona a la que le gustan las cosas sencillas por eso decidí escribir como hablo y me funcionó; me reconocí más en ese texto y ese lenguaje.

Tu novela es una propuesta valiente que habla de temas innombrable: el cáncer y ETA ¿Cuál de los dos te resultó más difícil de tratar?

Los dos fueron difíciles. Lo que más me costó fue elegir el lugar desde el que contar a mi madre, sentía que se me escapaba y no era capaz de saber cómo contarlo. La historia de mi abuelo era una historia horrible pero trepidante: la policía, un asesinato, se contaba casi sola aunque fue también muy difícil porque removía muchos sentimientos y el tomar la distancia que tomé tampoco fue sencillo. Pero la historia de mi madre fue lo más difícil de contar, porque mi madre no tuvo una vida apasionante, tuvo una vida bastante corriente y, además, teníamos una relación estupenda, así que todo lo que podía contar sobre ella, podía ser muy bonito para mi pero un poco aburrido para el lector, por eso fue difícil encontrar el lugar desde el que contarla. Me dio la clave un poema de Elizabeth Bishop que se llama “El arte de perder” en el que habla de lo importante que es desprenderse de las cosas, que todo en este mundo está hecho con la intención de ser perdido de alguna manera y que la pérdida no es un desastre. Una de las cosas que más me llamó la atención de mi madre fue la naturalidad con la que se murió. Parecía que llevaba toda una vida aprendiendo a morirse y esa forma de desprenderse de todo y los pocos objetos que tenía cuando se murió, los poco apegada que era a lo material y a la vida, de alguna manera, me dio la clave para describirla, mi dio un ángulo que la describía bien y que además era interesante.

Sitúas la trama en tres ciudades en las que has vivido en diferentes periodos y circunstancias: Bilbao, Madrid y Nueva York ¿De qué manera te sientes vinculada a cada una de ellas?

Muy vinculada a las tres. Bilbao son mis raíces, incluso ahora que llevo más años viviendo en Madrid que en Bilbao, si me preguntas de dónde soy, me siento de Bilbao, y con el paisaje me ocurre algo muy curioso, me siento más identificad con el paisaje verde de Bilbao que el de Madrid que todavía me resulta ajeno. En Nueva York todo me fue mal, mi madre se puso enferma, yo tenía un novio y lo dejamos, todo lo que me podía ir mal me fue mal, pero también es una ciudad que asocio con la libertad porque me permitió distanciarme de mi vida cotidiana y me ayudó a entender quién era yo y qué quería hacer. EEUU tiene esta cosa de que todo es posible, nadie te va a mirar raro por lo que quieras ser. A mi, Nueva York, me dio mucha energía y distancia para poder entender mejor quién era yo y para poder contar esta historia. Yo creo que si no me hubiera ido a vivir a Nueva York no me hubiera convertido en escritora, por lo menos para escribir este libro fue fundamental el paso por Nueva York. Y Madrid es una ciudad en la que estoy a gusto y donde me gusta vivir.

Al principio del libro, en la nota previa, escribes: “a menudo, imaginar ha sido la única opción que he tenido para intentar comprender» ¿En qué momento decidiste dejar de imaginar para plasmar esas imágenes en algo tan real como una novela?

He tenido que valerme de la ficción para poder construirme dos historias que necesitaba. Hay una frase de la autora americana Joan Didion que me gusta mucho y es que nos contamos historias para poder sobrevivir. Ha escrito dos libros sobre el duelo que son muy interesantes y muy buenos: El año del pensamiento mágico y la Noches azules. Y yo creo que necesitaba contarme tanto la historia de la muerte de mi madre como la de mi abuelo para poder sobrevivir, para saber de dónde venía todo. El problema que tenía era que, en la historia de mi abuelo, me faltaba información y aunque puede coger mucha de la prensa, tuve que inventarme escenas, intentando ser leal a lo que podría haber sido la realidad, por eso tuve que utilizar la imaginación para construir esa historia. En el caso de la muerte de mi madre la memoria es también una ficción, es una construcción que nos hacemos de lo que hemos vivido. Mi padre y mis hermanas, cuando leyeron el libro, me dijeron que algunas cosas no habían sido así que las había inventado, yo creo que fueron así pero a lo mejor me las inventé. Al final la memoria también es muy tramposa. Tuve que utilizar la ficción para asimilar la realidad porque como en mi familia se vivía de espaldas al asesinato de mi abuelo, abiertamente no se hablaba de él, tuve que asimilar que eso no era un cuento que me habían contado sino algo real. Por eso, para asumir como real tanto la muerte de mi madre como el asesinato de mi abuelo, tuve que valerme de la ficción, no deja de ser curioso.

Al leer tu novela descubrimos, con agrado, que no sobra nada. Da la impresión de que es una obra muy pulida, detrás de los cual hay un trabajo de corrección ¿Es cierta esta impresión o sale de forman natural este estilo limpio y libre de florituras?

Hay mucho trabajo de corrección, yo paso mucho más tiempo corrigiendo y moviendo trozos que escribiendo. No es una novela que se haya escrito porque me diera un arrebato y lo vomitase sobre el papel. Fue una novela en la que taché muchas veces, había muchas cosas que tenía que comprender para dar el siguiente paso, pulí mucho para intentar conseguir ese estilo tan concentrado.

¿Qué se siente cuando tu primera obra publicada tiene tan buena acogida de crítica y público, consigue el premio Euskadi de Literatura en 2016 y es finalista del Booker junto a autores tan consagrados como Javier Cercas y Antonio Muñoz Molina? ¿Crees que te condicionará a la hora de escribir futuras novelas?

Voy a intentar que me condicione lo menos posible pero… supongo que algo sí condicionará. Yo intento trabajar siempre buscando la libertad. Es muy insólito lo que ha pasado, es como si el libro tuviera vida propia, como si hubiera dos Gabrielas la que sale en los periódicos y yo. Sobre todo me siento muy agradecida porque después de habernos tenido que ir del País Vasco, que de repente te reconozca, allí, en el País Vasco, pues es muy emocionante para mi ¡me hinché a llorar! es como una invitación a volver y, de hecho, hemos vuelto mucho más, desde el cese de la actividad armada de ETA. En cuanto a la nominación del Booker me ha parecido de ciencia ficción, yo creo que es el reconocimiento más grande que me podrían haber hecho, me da muchísima fuerza para seguir escribiendo.

¿Tienes algún referente literario?¿Algún autor al que admires?

Muchos, y obras que gustan mucho, tengo mucho cariño a Alfanhuí de Rafael Sánchez Ferlosio y me interesa también mucho una poeta americana Anne Carson. Me he dado cuenta de que, desde que empecé a escribir, leo muchísimas más autoras, me siento más identificada, aunque no se por qué.

¿Hubo algún libro que te marcara en tu infancia o adolescencia?

Muchos, de niña era fan de Roald Dahl, me leía todos sus libros cuatrocientas veces, y de la historia interminable de Michael Ende. En la universidad me impactó mucho Pedro Páramo, lo tengo subrayado, anotado de arriba abajo, me voló la cabeza. Cada equis tiempo tengo un autor favorito.

¿Qué lecturas recomendarías a nuestros lectores juveniles?

A mi me gustó mucho Persépolis un cómic de la autora iraní Marjane Satrapi. Me parece un libro muy interesante para gente joven. Es muy moderno pero en un contexto cultural totalmente diferente. No nos imaginamos compartiendo referentes culturales con gente de Irán y el libro te acerca mucho.

¿Qué estás leyendo en este momento?

Estoy leyendo Teoría King kong de Virginie Despentes.

 

Muchas gracias, Gabriela, por permitirnos apartarte de tu bebé durante unos minutos. Fue un placer compartir las tardes del jueves y el sábado contigo. Te deseamos mucha suerte en tus próximas novelas.

También te puede interesar:

  • All Post
  • 0 a 5 años
  • 12 a 14 años
  • 15 a 18 años
  • 6 a 8 años
  • 9 a 11 años
  • Actualidad
  • Álbum ilustrado
  • Amistad
  • Amor
  • Aventura
  • Ciencia-ficción
  • Cómic
  • Emociones
  • en la frontera
  • Entrevistas
  • Escritores
  • Fantasía
  • Humor
  • Ilustradores
  • Informativo
  • Inglés
  • Listas
  • Misterio
  • Noticias
  • Poesía
  • Sin categoría
  • Teatro
  • Terror

Sitio web hecho con mucho amor por blanca brugarolas