Julio Llamazares y Jesús Cisneros. – Alfaguara, 2016
No es la primera vez que Julio Llamazares se embarca en la escritura de un libro de viajes. Desde aquel El Río del Olvido de 1990, ha ido alternado los géneros de sus obras entre ensayo, novelas y libros de viaje, además de artículos periodísticos. En 2015 con su Atlas de la España imaginaria ya realizaba un recorrido por los lugares fantásticos de nuestro país, desde los tópicos lingüísticos de Babia o Barataria, a sus orígenes, en compañía del fotógrafo Navia. Estos dos apasionados de la escritura y la imagen, han vuelto a juntarse por iniciativa de el diario El País, para realizar un nuevo viaje, fantástico para los lectores aunque muy real para los protagonistas, a través de los lugares que Cervantes colocara en el recorrido de las andanzas del duo de personajes más universal de la literatura, Don Quijote de la Mancha y Sancho Panza.
Llamazares amplía y completa con esta obra el viaje realizado en 1905 por José Martínez Ruiz “Azorín”, este a instancias de otro diario de la época, El Imparcial, para conmemorar el tricentenario de la publicación de la primera parte de la obra, y que dio lugar al libro La ruta de don Quijote.
El viaje de Don Quijote, aparece ahora como recopilación de las treinta crónicas que el leonés escribiera de su viaje en el año 2015, con motivo de la conmemoración del cuatricentenario de la publicación de la segunda parte de El Quijote. En él, Llamazares, acompañado de las imágenes del ilustrador Jesús Cisneros, divide su periplo en tres rutas (a diferencia de la ruta única de Azorín): el viaje de los protagonistas por la Mancha, su aproximación al sur a través de Sierra Morena, y el último al norte, pasando por Zaragoza hasta Barcelona, en cuya playa de la Barceloneta fuera derrotado el hidalgo por el caballero de la Blanca Luna, comenzando así su declive y vuelta a casa.
La confusión entre los real y lo imaginario, la idea de Don Quijote como personaje más histórico que literario, la elección de determinados lugares como ciertos en la ruta (a pesar de las lagunas con las que Cervantes puebla el recorrido), las descripciones de paisajes y lugares, anécdotas del camino, evolución histórica de pueblos y ciudades, referencias a personajes reales que quizá inspiraron otros ya convertidos en literarios por la pluma de Cervantes, entrevistas con lugareños, encuentros casuales que abren luz sobre el camino a seguir (siempre el azar guiando mi suerte, se congratula Llamazares),… alimentan el mito del caballero andante y su escudero, y hacen ciertas las palabras del gran medievalista Martín de Riquer, quien en su obra Para leer a Cervantes ya afirmara que las tradiciones a veces reposan sobre hechos ciertos. M.L.P.
En la frontera