Jandy Nelson. – Alfaguara, 2015
Noah y Jude siempre han jugado a repartirse el mundo. Poseedores de un particular e imaginativo mundo interior, consecuencia entre otras cosas de una vida ligada al arte en común con una madre fuerte, cariñosa y de personalidad arrolladora, se intercambian el cielo, el sol y las estrellas en virtud de juegos infantiles que nada tienen que ver con la cruda realidad que está a punto de desmoronar su mundo.
Noah y Jude son mellizos pero su carácter es muy diferente; él, tímido e introvertido, dibuja mentalmente sus sensaciones mientras se enamora perdidamente de un misterioso vecino recién llegado, Brian, que hará tambalearse sus sentimientos; ella, alegre, valiente y atrevida quiere vivir cada segundo descubriendo sin miedo las emociones de la vida a los trece años, amistades, chicos, relaciones familiares… A pesar de sus diferencias, siempre han estado unidos por un hilo invisible y al parece irrompible de complicidad y ayuda entre sus yos más íntimos. Pero el despertar a la adolescencia y la cruel realidad, las verdades a medias y las apariencias, acabarán separándolos y recluyendo a cada uno en un mundo propio del que no podrán salir sin renunciar a dejar de ser la persona en la que se convirtieron tras la muerte de su madre, un suceso trágico y traumático que cerró las puertas a la sinceridad y a la posibilidad de solucionar los malentendidos que como un muro acababan de levantarse entre ambos.
A lo largo de cuatrocientas páginas, los dos hermanos contarán su verdad, sentimientos y deseos en un estilo intimista y original, cercano y natural, en el que desvelan la emoción del primer amor, el sufrimiento ante la muerte, el dolor de la separación y la necesidad de tenerse y apoyarse de nuevo. Conoceremos la realidad de Noah con trece años, en el pasado y la de Jude con 16 en el presente. Tres años de diferencia en los que se han convertido en desconocidos y en los que vivirán al límite, él al borde de la autodestrucción y ella castigándose, culpándose y buscando un perdón que parece no llegar nunca. Cada uno mostrará una verdad que nunca estará completa sin la verdad del otro. La formula elegida por la autora para contar la historia, las dos voces narrativas intercaladas y los dos tiempos narrativos hace que el lector posea solo una realidad fragmentada y vaya conociendo la historia poco a poco, descubriendo los secretos de una trama en ocasiones previsible, pero no por ello menos emotiva o interesante.
Pero no son ellos los únicos protagonistas de la historia. Familiares, vivos o muertos, y viejos y nuevos amigos, contribuyen a completar la historia de los dos hermanos. Personajes complejos que evolucionan al ritmo de los acontecimientos, bien construidos, creíbles y sinceros. El arte, en una doble faceta, pictórica y escultórica, es otro protagonista más en la historia, hilo conductor del desarrollo formativo de los protagonistas y de la relación con nuevos personajes decisivos para terminar de encontrar la verdad de sus vidas. La superstición es además el punto de unión de uno de los personajes con su pasado y su apoyo para vivir el presente, las conversaciones con personajes muertos (Las personas mueren pero nuestra relación con ellas no. Perviven y se transforman para siempre), aportan humor y un aspecto paranormal a la narración, muy adecuada para comprender el ambiente y circunstancias de vida de la familia protagonista.
Jandy Nelson, quien sorprendiera ya con su emotiva primera novela, El cielo está en cualquier lugar, despliega aquí toda su capacidad narrativa con una prosa poética y emotiva a la vez que actual y divertida, cargada de sentimientos, para hablar del amor en sus múltiples facetas, romántico, filial, artístico…, del aprendizaje, del dolor, la honestidad y el conocimiento de no mismo. Una prosa original y creativa, plagada de metáforas e imágenes hermosas, merecedora del Printz Award que la ha introducido en numerosas listas de best sellers del año 2015, incluyendo la lista YALSA de los diez mejores libros juveniles. Una novela de amor no apta para amantes de la novela romántica facilona. M.L.P.
A partir de 15 años.