Ana Pez. Libre Albedrío, 2015
Una historia sencilla y cotidiana; el hermano de la protagonista cae por accidente dentro de una caja de cartón y, con esa maravillosa lógica infantil, piensa que es invisible porque él no ve nada. «Un día salió de casa para probarla. Ese día se dio cuenta de que los niños invisibles ven cosas invisibles para el resto»
Y, a partir de ahi, un giro muy logrado; debajo de este relato surge un mundo paralelo gracias a la utilización de unas gafas de acetato rojo. Pero no es este recurso, ya utilizado en otros libros, lo que aporta interés al cuento sino el mundo mágico que Ana Pez, autora e ilustradora en esta historia, es capaz de articular con él. Un mundo mágico, salido de la imaginación del niño y al que solo podemos asistir formando parte del juego que propone el libro, una historia con entidad propia, bien encajada y bien resuelta, que nos situa en el punto de vista infantil. Así la ciudad queda convertida en un bosque, en la luna o en un fondo marino donde peces, dragones, astronautas y fieras salvajes se cruzan en esta aventura, a la vez que la vida cotidiana sigue su curso, basta con quitar las gafas y volvemos a la realidad.
«…descendió hasta las profundidades del mar donde le pareció que los peces podían verle. Pero eso es imposible porque a los niños invisibles nadie les puede ver y nunca tienen miedo. O eso pensaba él hasta que chocó con el oso»
Y de la misma forma natural la autora termina el relato. «Lo peor de tener un hermano pequeño invisible es que hay que rescatarlo a menudo» Una historia entretenida y bien articulada, pensada para los más pequeños y donde los mayores no resistiremos la tentación de entrar en el juego. No se corten. MB
Recomendado a partir de 3 años